sábado, junio 05, 2010

Quien no espera

Quien quiera que fuese que estuviera llamando podría esperar.

Con el pulso errático sostuvo el espejo mientras tanteaba en sus bolsillos, buscaba la pequeña bolsa de plástico cargada. El teléfono atormentaba su mente mientras espolvoreaba la fina sustancia blanca sobre su reflejo.
Un rostro sudoroso y de marcadas ojeras se perdió tras la droga, dura metáfora, y sus manos trabajaban ahora en formar con una tarjeta una hilera de necesidad y dependencia... Acabó y el teléfono calló. Como una oruga blanca, cruzaba su cara en el cristal.

Se miró impotente y atormentado. Había luchado contra ello, quizá un poco más...
“Aún puedo no hacerlo” pensó mientras la oruga se mecía al son del cristal sobre sus rodillas.
Cerró los ojos con fuerza, necesitaba recordar el motivo por el que quería dejarlo; si lo recuperaba quizá renaciera la fuerza. Pero sabía que su oruga seguía frente a él y no podía pensar en otra cosa; y como a Alicia en un mundo inventado, su oruga lo engrandecería… y lo engulliría a una estrechez, en una brecha, donde seguro se ocultaba ese gato que era todo sonrisas y fatuos consejos.

“Aún puedo no hacerlo” pensó mientras la oruga se arrastraba por sus fosas nasales.
El teléfono volvió a sonar y con el pulso aún alterado tomó el auricular del salón.

1 comentario:

  1. Me gusta que abuses de la sinestesia n tu relato. Aunque no entiendomuy bien el porque de este relato mola. Hacia mucho q no leia tu estilo.

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